sábado, 19 de abril de 2014

Mi pequeño homenaje

No recuerdo a ciencia cierta cuándo fue. Probablemente, por los datos de la foto, un cinco de marzo de 2006. Si nadie lo desmiente, yo en esa fecha me encontraba de viaje en Cartagena de Indias. Un viaje de placer con muchos compañeros de trabajo en una ciudad realmente maravillosa que ha sabido guardar con un mimo excepcional la esencia de sus orígenes. Como todos los viajes organizados por esa empresa, el de Cartagena de  Indias también fue un viaje estupendo. Los paseos por sus calles coloniales. El sabor a la España antigua. La visita a las tiendas de esmeraldas. El paseo, frustrado para mí por motivos que no vienen al cuento, en galeón por la bahía, regado con abundante ron colombiano. El frescor de sus casas coloniales. Cartagena de Indias es una ciudad para perderse mucho tiempo entre sus calles.


Y allí estaba Él. Una de las noches, mientras cenábamos en el hotel, alguien me dijo: "García Márquez está en el bar". Yo al principio pensé que era una broma. No sería la primera vez. Pero el compañero insistía en que era cierto, que estaba con una señora elegante tomando una copa en el bar del hotel. A partir de ahí no me lo pensé dos  veces. Yo, que nunca he sido lanzado para abordar a nadie, dejé mi cena tal cual estaba y corrí hasta la tienda del hotel para comprar un libro suyo con la intención de que me lo dedicara. Pero ahí no me acompañó la suerte. Era demasiado tarde y la tienda ya estaba cerrada. Tampoco me importó mucho. Me fui para la mesa donde estaba con su acompañante y excusándome como pude creo que le dije lo siguiente: "Perdonen que les moleste, pero soy un español ferviente admirador suyo y sólo quería saludarle". Él muy tranquilo, a pesar de mi intrusión, me respondió las siguientes palabras: "Encantado de saludarle, pero yo no soy digno de admiración". Ante esta respuesta, en un primer momento llegué a pensar que me había equivocado de persona, que a lo mejor no era García Márquez,  pero enseguida me di cuenta que el hombre que tenía delante era mucho más grande de lo que yo pensaba. Un escritor de su valía me decía que no era digno de admiración. La de vueltas que le he dado a esas palabras pensando en la cantidad de cantamañanas que van sacando pecho por la vida sin haber hecho nada para merecerlo. Después vino la foto y la despedida. Y yo me vine para España con la gran ilusión de haber saludado al maestro.
Gracias D. Gabriel