lunes, 28 de febrero de 2011

¿Qué hay que celebrar en Andalucía?

Lo único que hemos visto mejorar los andaluces en estos años de autonomía, han sido las infraestructuras y no de forma paritaria en todas las provincias, que aquí ha habido sus afortunados y sus desgraciados. El resto, un millón de parados. Un nivel de endeudamiento elevadísimo y creciente. Una economía anclada en los mismos cánones que hace treinta años. Unas televisiones públicas costosísimas, cutres y al servicio del poder establecido. Un nivel educativo donde sobran ordenadores y falta esfuerzo y exigencia. Una clase política, más numerosa de lo deseable y necesario, inmersa en un sistema de corrupción generalizada y alejada totalmente de la realidad del ciudadano que la sostiene. Los escándalos se suceden uno tras otro y vemos cómo el dinero, que con tanto esfuerzo pagamos, se escurre por los agujeros de las alcantarillas para llenar los bolsillos de reptiles sin escrúpulos. En la Andalucía profunda se ha instalada un régimen maligno donde el señorito andaluz ha trocado el caballo por el Boja y del que muchos, ya hace tiempo que perdimos las esperanza de salir porque ni desde el poder ni desde la oposición se ven comportamientos diferentes. Donde un partido toca poder, se observan las mismas actitudes. La casta política se arropa y se defiende. Se reparten las prebendas en la proporción que les toca y al común de los mortales lo único que les queda es pagar, tragar y expresar su opinión en algún que otro blog o en los comentarios de las noticias en los periódicos digitales. ¡Qué lejos está la ilusión con la que muchísimos andaluces nos equivocamos aquel veintiocho de febrero! 

Por eso, cuando hoy,  por los pueblos de esta tierra sonaban las bandas de música entorno a paellas populares, yo no he tenido más remedio que preguntarme ¿y yo qué tengo que celebrar?